Por Melitza Bauza |
Si este cuento les parece conocido, es pura coincidencia...
Hace algunos meses decidí vivir en la Isla de Margarita. ¿Por qué? se preguntarán ustedes, la respuesta es sencilla: me gustó la hospitalidad de la gente y lo abierto que es el margariteño, los paisajes tanto de mar como de montaña, siendo La Sierra y Playa La Caracola mis espacios predilectos en armonía con la naturaleza. Considero un privilegio vivir en Margarita, ya que esa comunión que se da entre los que caminan y trotan en La Caracola, con su entorno natural es un honor que debería prevalecer en toda la isla. Es querer un espacio natural y respetar el ambiente.
Hace algunos meses decidí vivir en la Isla de Margarita. ¿Por qué? se preguntarán ustedes, la respuesta es sencilla: me gustó la hospitalidad de la gente y lo abierto que es el margariteño, los paisajes tanto de mar como de montaña, siendo La Sierra y Playa La Caracola mis espacios predilectos en armonía con la naturaleza. Considero un privilegio vivir en Margarita, ya que esa comunión que se da entre los que caminan y trotan en La Caracola, con su entorno natural es un honor que debería prevalecer en toda la isla. Es querer un espacio natural y respetar el ambiente.
Es por ello que me permito contarles esta anécdota: La semana pasada me dirigí a un supermercado y en el recorrido pude ver a una señora tirando desde la ventana de su carro una bolsita plástica con basura, esto sucedió en plena av. Bolívar, al ver esta situación me paré al lado de la señora y le hice señas de abuso, pues la señora en cuestión lo ñunico que hizo fue subir el vidrio de su carro y siguió como si nada...
Yo me quedé asombrada de tal desfachatez y seguí mi camino sin dejar de pensar en lo sucedido con mucho pesar. Continué mi trayecto al supermercado pensando en lo hemrosa y frágil que es la isla, que los seres humanos, en nuestro empeño de hacernos sentir bien cómodos, vamos destruyendo todo a nuestro paso, que le debemos tanto a la madre tierra y nosotros tan ingratos.
Al llegar al supermercado agarré mi carrito y me dispuse hacer mis compras, pero de repente frente al estante de las papas pude observar una señora sacando de su cartera su bolsa ecológica, de esas que tanto promocionan por ahí, y de su bolsa sacó a su vez bolsitas de plástico de esas donde se colocan las verduras que uno escoge.
Fue tanta mi curiosidad que me acerqué a la señora y le pregunté ¿qué era eso? La señora me explicó que ella reutilizaba las bolsitas plásticas, que la misma bolsa donde colocaba las papas la utilizaba muchas veces así como la de los tomates, cebollas, etc. Norelys que así se llama la señora, me explicó que si por lo menos 10 personas:
- Utilizaran las bolsas de plástico para ir al supermercado, en vez de pedir bolsas nuevas.
- Guardaran las bolsas de plástico usadas para reciclarlas en casa, utilizándolas para los basureros o para la ropa sucia.
- Utilizaran las bolsas plásticas para acumular la basura orgánica hasta que puedan deshacerse de ella.
- Guardaran algunas bolsas en el coche para juntar la basura acumulada y puedan desecharla.
- Utilizaran las bolsas para recoger los desechos de su perro.
- Donaran las bolsas a los refugios de animales, ya que a ellos les resultan muy útiles.
- Usaran las bolsas para mantener la forma de los zapatos si no se van a usar por algún tiempo...
...Y si esas 10 personas enseñaran a 10 más se estaría aportando un granito de arena en la sensibilización ambiental, seríamos multiplicadores en esta noble labor para así poder avanzar en las posibles alternativas de solución a la problemática de la basura en la isla, que se lo merece tanto. ¿TE UNES?
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